Articulaciones, vínculos e intereses para darle sentido a la nueva presencialidad


El comienzo del ciclo lectivo 2021 sin dudas es por demás emocionante. Si lo habitual era tener expectativas ante los desafíos de un nuevo año escolar, el presente año supera todo lo imaginable. Lo que sabemos de antemano (en eso estamos mejor que al comienzo del año pasado) es que será un ciclo lectivo distinto, repleto de desafíos tanto para docentes como para padres y alumnos. 

Respecto a las estrategias docentes, pensar en una didáctica ecléctica parece ser el mejor camino para canalizar los esfuerzos tendientes a garantizar el aprovechamiento de las diferentes oportunidades que se nos van a presentar en términos de amalgamar lo virtual con lo presencial de la mejor manera posible.

Entre barbijos, máscaras y alcohol en gel iremos descubriendo formas para llevar adelante las prácticas en estas nuevas condiciones. Lo cierto es que seguirá siendo necesario plasmar los recorridos que pensamos para nuestros alumnos en alguna plataforma digital estableciendo una suerte de columna vertebral para el dictado de la materia, para garantizar el acceso a los contenidos y actividades y dejar la presencialidad para el fortalecimiento de los vínculos (con el distanciamiento adecuado) y para, de alguna manera, profundizar la  motivación para lograr mejores niveles de participación en las propuestas que diseñemos para ambas modalidades, es decir, presencial y remota. 

Como dice Lila Pinto, que las propuestas sean "emocionalmente significativas e intelectualmente desafiantes" nos interpela como docentes para agudizar el ingenio, más ahora cuando tenemos que agregar el tip  "epidemiológicamente seguras" en esta nueva normalidad.

Gran parte de los esfuerzos estarán dirigidos a lograr múltiples articulaciones en varios sentidos pero especialmente en una modalidad mixta la articulación principal tiene que establecer una suerte de hilo conductor claro y relevante entre lo que sucede en la presencialidad y lo que sucede en el aula virtual. Lo esperable es que lejos de ser espacios de superposición y repeticiones sin sentido, lo virtual sume a lo presencial y viceversa.

Un posible camino podría ser dejar los encuentros presenciales para puestas en común, revisiones de lo trabajado en forma remota, debates... en definitiva, guiarlos para llevar adelante lo que Ausubel definía como reconciliación integradora, pero insisto en que en la medida que contemos con la disponibilidad tecnológica adecuada, aprovechemos al máximo las posibilidades que nos brindan los entornos virtuales de aprendizaje. La famosa "clase invertida" que hasta 2019 se presentaba como una opción innovadora, hoy día creo que se impone como la forma más práctica y con más garantías.

Los encuentros presenciales deberían ser experiencias enfocadas en  propiciar lo que podríamos llamar una metacognición dialogada, el famoso ¿qué aprendimos?, más que nunca servirá para recuperar dudas, preocupaciones o cuestiones que por su complejidad, no pudieron ser trabajadas acabadamente en la virtualidad. Más aún, sumaría otras preguntas para indagar sobre sus intereses, hoy más que nunca, como dice Mariana Maggio, es crucial partir de dichos intereses y de las tendencias culturales para nutrir con sentido las experiencias de aprendizaje de acuerdo a los modos en que se construye el conocimiento en la contemporaneidad.

 Capitalizando el enorme esfuerzo que realizó la comunidad docente durante el 2020 para apropiarse de la tecnología, hagamos de las aulas virtuales un espacio que garantice los recorridos pedagógicos que diseñemos para nuestros alumnos y, seguramente, se verán enriquecidos con las experiencias presenciales que apunten a fortalecer los vínculos interpresonales y con el conocimiento.